Cada material tiene unas propiedades características que definen su comportamiento estructural. A priori resulta absurdo decir que un material sea mejor que otro en base a esas propiedades. Sin embargo es importante conocerlas, para poder diseñar con él, así como para poder evaluar estructuras existentes, y no caer en el error de pensar que el comportamiento de un material es análogo al de otro que pueda resultarnos más familiar.
Es conocido el hecho de que la madera posee un bajo módulo elástico, eso hace que en el dimensionado de una estructura, en muchas ocasiones sean los Estados Límites de Servicio (las deformaciones) las que resulten determinantes para establecer la sección necesaria para una pieza, quedando por tanto los Estados Límites Últimos (la resistencia) con un margen de seguridad superior al mínimo necesario.
Eso implica un margen extra de seguridad frente a un siniestro que el que puramente aportan los coeficientes normativos.
Pero además, hace que la madera sea capaz de presentar grandes deformaciones en estados tensionales muy alejados de los que pueden provocar la rotura en una pieza. De ahí proviene el hecho de que se diga que la madera “avisa” o que la madera tiene un comportamiento noble.
Ante unas sobrecargas mayores a las tenidas en cuenta en el diseño, por algún suceso extraordinario, como unas condiciones climáticas extremas por ejemplo, la madera presentará deformaciones acusadas, y muy visuales, que nos permitirán saber que algo “funciona mal”, estando aún muy alejado el peligro de rotura.
Este comportamiento es totalmente diferente al de otros materiales, cuya rotura se produce en unos estados tensionales que provocan unas deformaciones pequeñas, no apreciables a simple vista. Eso provoca roturas “sorpresa” con el consiguiente peligro para la seguridad de las personas.
Por lo tanto construyendo con madera contaremos con un margen de seguridad extra y un sistema de aviso si algo no está funcionando como debería, por el motivo que sea.
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