El principio técnico que permite afirmar esto es sencillo. Los árboles, en su crecimiento, toman dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera, fijando el carbono para conformar su propia estructura: la madera. Como es sabido, el CO2 es el principal causante del efecto invernadero, responsable del calentamiento global del planeta.
Pero, ¿es significativo cuantitativamente?, ¿podemos afirmar verdaderamente que ese almacenaje de CO2 será suficiente como para tener incidencia en la cantidad de CO2 existente en la atmósfera?. La respuesta es claramente afirmativa, como demuestran muchos estudios científicos. Además este efecto de almacenaje se ve reforzado por el bajo coste energético que tiene la transformación de la madera, frente a otros materiales de construcción (acero, hormigón). Es decir, la energía consumida para la elaboración de los elementos de construcción es mucho menor en el caso de la madera, lo cual implica mucha menos emisión de CO2 durante este proceso.
El balance total es muy positivo, de manera que el empleo de un metro cúbico (1 m3) de madera en la construcción fija una tonelada (1 Tm) de CO2 atmosférico, y evita la emisión de aproximadamente otras 0,8 toneladas por la no utilización de materiales que requieren más energía en su elaboración.
La vida media de una construcción es de 50 años, aunque existen edificios de madera con muchos cientos de años, además tras la finalización del uso de una construcción esta madera puede ser reutilizada.
Por otro lado, en países con una sensibilidad medioambiental un poco más avanzada que en el nuestro, tienen esto bien presente. En Francia por ejemplo, se estableció en 1996 un método de medición de la madera utilizada en cada obra de nueva construcción. Se creó un índice que considera el ratio entre los dm3 de madera consumidos por m2 de superficie habitable (excepto en parkings y edificios destinados al transporte, donde se considera la superficie ejecutada), y se estableció una clasificación en tres categorías, según el consumo de madera y el tipo de edificio.
Posteriormente intentó incrementar el consumo de madera en los edificios de nueva construcción (bien sea en la estructura, en carpinterías, suelos, cobertura, escaleras, cerramientos, fachadas...), con un objetivo cuantitativo bien claro:
Llegar, en diez años, a utilizar anualmente 4 millones de metros cúbicos suplementarios de madera en la construcción (por encima del consumo anterior). Este objetivo permitirá fijar 4 millones de toneladas de CO2, además de evitar la emisión a la atmósfera de otras 3 toneladas de CO2, por haber sustituido la madera a otros materiales de mayor consumo energético.
Privar así a la atmósfera de 7 millones de toneladas de CO2 al año, supone un 17 % de los compromisos adquiridos por Francia en el protocolo de Kyoto. Esta cantidad equivale al CO2 emitido anualmente a la atmósfera por 1,5 millones de automóviles (vehículos que efectúen 20.000 Km al año).
En España en el 2004 se emitieron 400 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera, y año tras año esta cantidad aumenta, alejándonos de los compromisos de Kyoto.
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