Para utilizar madera en el exterior, dejándola expuesta a la intemperie, es necesario tomar alguna medida que asegure su durabilidad.
Una adecuada selección de especie, un diseño constructivo de detalle adecuado, un tratamiento químico o un mantenimiento adecuado capacitan perfectamente a la madera para su utilización en el exterior.
Simplemente cumpliendo lo indicado por el Código Técnico de la Edificación nos aseguramos la total evitación de problemas de durabilidad. Aún así, en los casos en los que no se ha respetado la normativa es posible adoptar medidas correctoras, que aseguren un comportamiento correcto en el tiempo.
En el presente ejemplo se puede apreciar el resultado de una incorrecta utilización de la madera, no habiéndose adoptado ninguna medida correctora en un periodo superior a veinte años.
Pese a ello, el comportamiento de la madera no ha sido desastroso, no habiendo sido interpretado por la propiedad como un problema grave, y valorando sólo la necesidad de una intervención tras muchos años.
Se trata de unos pórticos de madera laminada formados por dos pares que trabajan en arco, transmitiendo los empujes horizontales a las cimentaciones a través de una articulación materializada mediante un herraje.
Se desconoce el tratamiento original de la madera, seguramente un tratamiento superficial para clase de uso 1 ó 2, cuando la madera se halla en una clase de uso 3.1.
O quizá se realizó un tratamiento en profundidad mediante autoclave, algo totalmente ineficaz en esta clase de madera, dado que se trata de una especie no impregnable, el abeto (Picea abies).
La cuestión es que la madera presenta pudriciones en las zonas más expuestas. Básicamente las zonas mojadas directamente por la lluvia o por las que escurría el agua de lluvia que rebosaba la cubierta, como la correa de borde de dicha cubierta.
Pese a lo aparentemente aparatoso del problema, pudo solucionarse sin verse afectado el uso del edificio. Además se tomaron las medidas preventivas de diseño adecuadas para asegurar la no exposición de la madera a las condiciones de humedad que habían llevado a su pudrición.